Hola, ¿cómo están?  Es un hermoso día aquí, y la temperatura ha subido a -8° C.  Mañana emprendemos viaje hasta el estado de Colorado, a más de 3000 kms. "línea recta" de ida, y otro tanto de vuelta, visitando hermanos, hermanas, iglesias, la sede de la misión, amistades, etc.  Estaremos de vuelta en unas 3 semanas. Oren para que no haya peligro de hielo en las carreteras y que seamos de bendición. Este ha sido el invierno con más nieve de los últimos 100 años en esta zona.  Luego de volver, nos preparamos, Dios mediante, para volver a casa en Buenos Aires.
Hoy leímos algo que nos hizo pensar... leemos la Biblia y luego seguimos con nuestras actividades sin pensar en lo que leímos.  Como vernos en un espejo y nada más.  Como he dicho, hay un fantasma aquí... cada vez que quiero mirarme en el espejo, aparece un viejo arrugado medio pelado - seguro que no soy yo. Bueno, de Nuestro Pan Diario, este es el devocional:

ESPEJITO, ESPEJITO
22 No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. 23 El que escucha la palabra pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo 24 y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es. 25 Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla.  (Santiago 1.22-25 NVI)
¿Cuántas veces te miras al espejo? Un estudio señala que la persona promedio se mira entre 8 y 10 veces por día. Otras encuestas indican que el número podría llegar hasta 60 o 70 veces, si se incluye mirar nuestro reflejo en la vidriera de las tiendas y en las pantallas de los teléfonos móviles.
¿Por qué nos miramos tanto? La mayoría de los expertos coincide en que es para verificar nuestro aspecto; en especial, antes de reuniones o actividades sociales. Si algo está mal, queremos arreglarlo. ¿Qué sentido tiene mirarse si no planeamos cambiar lo que está mal?
El apóstol Santiago afirmó que leer u oír la Palabra de Dios sin ponerla en práctica es como mirarse en un espejo y olvidarse de lo que uno vio (1:22-24). No obstante, la mejor alternativa es mirar detenidamente y actuar según lo que vemos. Santiago declaró: «Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace» (v. 25).
Si oímos la Palabra de Dios y no hacemos nada, nos engañamos a nosotros mismos (v. 22). Pero, cuando nos examinamos a la luz de las Escrituras y obedecemos sus instrucciones, el Señor nos libera de todo lo que nos impide parecernos cada día más a Él.