CCP – 14-9-14
Juan 2.12-25
La visita a
Capernaúm, 2:12
Descendió indica el descenso de la
planicie de Nazaret y Caná a las playas del mar de Galilea, unos 30 km . Probablemente los
discípulos (pescadores) querían visitar sus propios hogares. También algunos
opinan que María y sus hijos dejaron Nazaret y se establecieron definitivamente
en Capernaúm.
Se
quedaron allí no muchos días, sin embargo, podría indicar lo contrario, o quizás se refiere sólo a
Jesús y sus discípulos. La breve visita a Capernaúm en esta ocasión podría
indicar solamente su apuro de llegar a Jerusalén para la Pascua (v. 13). Según
los Sinópticos, Jesús consideró que Capernaúm era “su propia ciudad” (Mat. 9:1)
y el centro de su ministerio público.
Sus
hermanos
aparentemente se refiere a sus medio hermanos, o sea, hijos de José y María
después del nacimiento de Jesús. A pesar de la enseñanza católica romana al
contrario, la interpretación más natural de tales pasajes como “no la conoció hasta que ella dio a luz un
hijo” (Mat. 1:25) y “dio a luz a su
hijo primogénito” (Luc. 2:7) indican que, luego de nacer Jesús, María sí
tuvo hasta cuatro hijos y también hijas (Mat. 13:55, 56).
Los
que insisten en el dogma de la virginidad perpetua de María argumentan que los
“hermanos de Jesús” serían los hijos de José provenientes de un matrimonio
anterior a su casamiento con María, o “hermanos espirituales”, o “primos
hermanos”, o quizás hijos adoptivos de José y María. Sin embargo, no hay la más
mínima base en las Escrituras para tales conjeturas. Esta es la última mención
de la madre de Jesús hasta que llegamos a la semana de la pasión.
La
Pascua era la fiesta más importante de los judíos, en la que recordaban la
salida de Egipto y la noche en que el primogénito de la casa moría si no se
había hecho un sacrificio y pintado los postes y el dintel de la puerta.
Para
facilitar el trabajo de los que venían a sacrificar animales al templo, había
vendedores de animales para el sacrificio. Además, la función de los cambistas
también era necesaria ya que los judíos llegaban de todos los rincones (se
calcula que vinieron más de 2 millones de personas), y traían dinero de
cada nación. Al llegar a Jerusalén, entonces, debían cambiar ese dinero para
poder comprar ovejas, bueyes o palomas. Pero lo que había comenzado como algo
bueno y útil, se había transformado en un negocio en el templo de Dios (ver
Mal. 3.1-3).
A.
El látigo en acción (13–16)
13 Estaba cerca la pascua de los judíos;
y Jesús subió a Jerusalén, 14 y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y
palomas, y a los cambistas allí sentados. 15 Entonces hizo un azote de cuerdas y expulsó del templo a
todos, y a las ovejas y bueyes; esparció las monedas de los cambistas y volcó
las mesas, 16 y dijo a los que vendían palomas: «Saquen esto de aquí, y no
conviertan la casa de mi Padre en un
mercado.».
·
La
sorpresa de estos comerciantes en el templo de Jerusalén cuando el Hijo de Dios
empezó a echarlos de allí. Lo interesante es que nadie se opuso, ninguno
intentó frenarlo. Sin duda alguna, su mirada de ira asustó a estos hombres
carnales y materialistas que hacían del templo de Dios una casa de mercado. Notamos que dice “mi Padre”, no “nuestro
Padre”.
·
Por
otra parte, las conciencias de estos cambistas seguramente les señalaban que no
debían estar allí.
¿Qué
significado hay en el látigo de Jesús?
1.
Notemos
que no utilizó el látigo para golpear a ninguno. No tenía intención de castigar
a nadie, sino que lo usó como un símbolo de autoridad.
2.
Había
un llamado de atención al ejercicio religioso carente de significado. En este
caso, el sistema de sacrificios había perdido el sentido espiritual. Sólo
quedaba la cáscara, la apariencia sin la esencia, la forma sin la realidad. La
aplicación es que cuando practicamos un ejercicio espiritual debemos cuidar
de que no se transforme en una mera costumbre religiosa.
3.
Jesús
está poniendo en práctica la enseñanza de que “Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres” (Ro.
2:16). Jesús conocía lo que había en el corazón de estos mercaderes y cambistas
que estaban aprovechándose de la casa de Dios para enriquecerse. Tomaban
ventaja de lo que pertenecía a Dios y lo hacían propio, burlándose así del
propósito del templo. Cuando Jesús usó el látigo echando a los mercaderes, era
porque conocía el corazón corrupto de estos individuos. Lo que estos hombres
realizaban diariamente en el templo era repugnante a Dios. Esto demuestra que el
amor de Dios no anula su santidad y justicia.
4.
Este
suceso mostró la debilidad del sistema de sacrificios, que tenía
imperfecciones como para asegurar la remisión total de pecados. El incidente a
su vez señaló la necesidad de la muerte de Jesús—una vez y para siempre—y lo
imperioso que resultaba abolir el viejo sistema y reemplazarlo. Jesús vino al
mundo para hacer posible un acceso mucho más directo del hombre a Dios (1 Ti.
2:5 - Porque
hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, que es
Jesucristo hombre).
B. Rechazo a la autoridad (17–22)
17 Entonces sus discípulos se acordaron de que está escrito: «El
celo de tu casa me consume.» 18 Y los judíos preguntaron: «Ya que haces esto, ¿qué señal nos
das?» 19 Jesús les respondió: «Destruyan este templo, y en tres días
lo levantaré.» 20 Entonces los judíos le dijeron: «Este templo fue edificado en
cuarenta y seis años, ¿y tú en tres días lo levantarás?» 21 Pero él hablaba del templo de su cuerpo. 22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus
discípulos se acordaron de que había dicho esto, y creyeron en la Escritura y
en la palabra que Jesús había dicho.
Por
una parte vemos el celo consumidor que tenía Jesucristo por Dios y por la casa
de Dios (Sal. 69:9).
Además
hallamos una pregunta desafiante de los rebeldes ante la justicia y severidad
divinas aquí demostradas (18–22). En estos hombres está tipificada la persona
que no quiere aceptar la justicia de Dios. “¿Qué señal nos muestras, ya que
haces esto?”, preguntaban. En realidad le estaban diciendo: “¿Quién
te dio esta autoridad? Y si te crees con autoridad y si realmente tienes
esa autoridad, danos una señal para que creamos que eres Hijo de Dios y que por
tal motivo nos has echado del templo.”
Otra
vez vemos que Jesús se valía de técnicas interesantes y confundía a sus
críticos con frases misteriosas y parábolas que ellos no podían comprender o
que chocaban contra lo que ellos consideraban correcto.
Jesús
estaba hablando de su propio cuerpo. A
estos hombres les resultaba imposible comprender que Jesús se estaba refiriendo
a su muerte y resurrección al tercer día. La resurrección sería la gran señal que ellos
pedían.
Esta
respuesta velada de Jesús fue motivada por la incredulidad de ellos. “La generación mala y adúltera demanda
señal; pero señal no le será dada” (Mt. 12:39). Aunque Dios haga milagros
frente a un incrédulo o un rebelde, el milagro no cambiará a tal persona. Si no
creen lo que está escrito en la Palabra de Dios, aunque alguno se levante de
los muertos, no creerán (Lc. 16:31).
C. La razón del látigo (23–25)
23Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su
nombre, viendo las señales que hacía. 24Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos,
porque conocía a todos, 25 y no tenía necesidad de que nadie le diese
testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.
¿Por qué tomó el látigo
Jesús? ¿Por qué respondió a la pregunta que le hicieron estos hombres con una
frase enigmática y difícil de comprender? Porque Jesús conocía a todos, conocía
lo profundo de sus corazones
(Ap. 2:23 “…todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el
corazón; y a cada uno de ustedes
le daré según lo que haya hecho.”), de la misma manera que conoce nuestro
corazón (1 R. 8:39 – “Escucha tú desde los cielos, el lugar de tu
morada, y perdona, actúa y da a cada uno conforme a todos sus caminos, ya
que conoces su corazón (porque sólo tú conoces el corazón de
todos los hijos de los hombres” BLA).
La
verdad de 1 P. 4:17 debiera provocar en nosotros celo por la casa de Dios y por
el juicio que vendrá. Ya es tiempo de que el juicio comience por la
casa de Dios; y si comienza primero por nosotros, ¿cómo será el fin de los que
no obedecen al evangelio de Dios?
Nuestro Señor conoce a todo hombre, su naturaleza,
sus deseos, afectos, planes; y nosotros no nos conocemos ni a nosotros mismos. Él conoce a nuestro enemigo y sus engaños,
los amigos falsos, y su verdadera naturaleza. Conocemos lo que hacen los
hombres; Cristo conoce lo que está en ellos, Él prueba el corazón.
Cuidado con una fe muerta, una profesión
formal. Cuando cantamos, tengamos
cuidado de solo decir palabras vacías.
Cuando testificamos será difícil ser creíble.
Tu fe, ¿está radicada en
Cristo y solo en ÉL?
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